viernes, 24 de septiembre de 2021
NO AÑORO NADA
Nací en Alberguería de Argañán, provincia de Salamanca, España. En el Oeste, Este de Portugal. Aldeia da Ponte y Forcalhos, nuestros vecinos portugueses. Por la orilla del Madroñal que es una montaña de peñascos, y no creo que se hayan visto madroños por allí nunca, pero no es mi fuerte la historia, y no sé que gracioso le puso MAdroñal.
Hasta los ocho años, pasé temporadas en la dehesa del Manzano con María la coja, una amiga, portuguesa como mi abuelo materno al que ella quería como a un padre. murió joven, víctima de una herencia, de la que eligió solamente el sustento, y por ello fue víctima.
En los veranos, a partir de los ocho años,yo quedaba al cuidado de la casa y de la escasa hacienda, con mi hermano Baltasar Manuel, seis años menor que yo, con el que un día engañando a mi abuela, me cogí a mi prima Marciala, con que íbamos a su casa y los llevé con todo el calor a coger guindas a la viña, que estaba en frente del madroñal. El niño no podía con dos añitos, caminar, y yo me esforzaba por cogerlo a ratos, pero así mismo lloraba y puede que llevara alguna colleja. Todavía me tiembla todo al recordarlo. Las guindas poco maduras , estaban altas, y pocas cogimos, pero el niño por la noche se puso muy malito. Había que ver la cara de mi padre, la de mi madre no la recuerdo. Yo recé y recé, que mi niño no se podía morir. Así rezaba siempre cuando se caía de la burra o de una bicicleta, y cuando estuvo tanto tiempo con un problema en el cuero cabelludo, y yo lo acompañaba a la consulta del médico, que una vez le abrió en la herida con una hojilla de afeitar, José Recio se atrevió para limpiar las heridas que parecían no tener fin. Sigo rezando y dejando a la divina providencia todo aquello que no puedo solucionar con mis medios. Pero pricipalmente soy buscadora de la verdad. Esa verdad inalcanzable en este mundo de nuestros pesares.
Recuerdo el primer día que al venir mis padres y hermanas Lalia y Teresa, de segar, yo había hecho todo lo de casa, no sé si antes o después, quizá después de lo de las guindas para compensar. ¡Qué caras de alegría al ver tododo limpio! Pero marque precedente, y de una graciela surgió la obligación.
No sé si antes o después de que Teresa se fuera a servir a San Sebastian, empece a ir a segar, con un surco al principio y cuando conseguiamos seguir a los mayores con dos ya éramos segadoras.
Después de cinco años en San Sebastian, con dos cirugías de ordago en el oído, me examiné en los bajos del ayuntamiento y me vine a Alberguería con un secador de mano, rulos y otros utensilios y le compramos a Paula, la vieja peluquera, su lavacabezas y secador, y estuve con mi peluquería hasta que volví a otra operación en el oído. Años 1973 - 1974.
Para mí rezar, es pedir a las fuerzas del bien lo que te quitan las fuerzas del mal.
El padrenuestro, oración exorcística. Lo rezo a la antigua. O sea, como lo he rezado siempre.
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