Con qué ilusión creíamos en la democracia, esa que se tenía que consolidar, y seguimos esperando más de tres décadas, esa democracia que soñamos muchos y ninguno ha visto.
Hoy la libertad de prensa se reduce a algún que otro destello, que los poderes permiten, porque ya no pueden con la fuerza invisible de un pueblo engañado por inútiles que gobiernan.
Enseñando religión para que no creamos en Dios. Dios es demasiado grande para que lo enseñen catetos, ahí se pegan todos los inútiles, que se arriman a los poderes para medrar. Dios es un sentir, no una verdad establecida. Que la verdad no se establece, es.
Hace unos treinta años, le escribí a un ministro de educación, planteándole si sería posible que el baile fuera una asignatura, ni se dignó responder.
Hoy, qué diferente sería nuestra España si aquellos sueños se hubieran puesto en marcha.
La barbarie de la dictadura, no nos ha abandonado del todo.
El silencio de los medios, sobre lo que ha pasado hoy en Salamanca, es una muestra de que la prensa está sometida a otros poderes.
Solo se está hablando de lo que no está pasando.
Qué triste hacen la vida para todos y para ellos,los que su único sueño es creerse lo que son sin darse cuenta que podían ser, pero no. Son esclavos de su mala educación.
viernes, 17 de mayo de 2013
lunes, 13 de mayo de 2013
CRISIS NO, MAMONEO
MAÍA
CAPÍTULO II
Mi cumple será el más triste de mi vida, pensó Maía con desesperación. Sin amigas no hay fiesta y sin fiesta, un día más, un día como otro cualquiera.
En sus cavilaciones, Maía indignada, repetía en voz alta, crisis, crisis... Que no es una crisis, que es un mamoneo de zoquetes, imitando sus poderes.
Estos adultos están locos. Si saben lo que pasa ¿por qué no lo arreglan?
La vida en el pueblo es fácil, pero a mí solo me gusta en verano. El resto del año es triste, solo hay abuelos.
Como dice mi abuela ¡Qué barullo de vida!
Este cumple años, creo que va a ser... me da vergüenza decirlo, pero me acuerdo del día que murió el abuelo, que fue el día más triste que yo he vivido.
A mis amigas las puedo volver a ver, y a mi abuelo no, pero si yo pudiera contarle a mi abuelo la pena que tengo, me sentiría mejor.
Me gustaría dormir y despertar en el pueblo, ya de vacaciones.
Este año cae en sábado mi cumle, pero mi padre solo quiere ahorrar, por lo que pueda pasar, y no sale ni a tomar café, por lo que creo que estaremos en casa los tres solos.
Me comprarán un regalo que seguro no me gusta, mi madre hará una tarta, me pondrá nueve velas para que pida un deseo que no quiero pedir porque no se puede cumplir.
La víspera de ese del cumple, Maía se acostó muy nerviosa, con la maldita palabra sacudiendo sus sienes, crisis... crisis... crisis.... Cuando se durmió ya era la madrugada.
Escribir un cuento, había pensado para ocupar su mente en su noveno cumple años. El cuento se llamaría CUMPLE AÑOS FELIZ. Y será el que le hubiera gustado tener.
¿Iba a impedirle la crisis soñar? ¡No...! ¡Soñar es gratis es gratis...!¡Soñar es gratis...!soñar es gratis...!
De repente, se vio desayunando en un lugar desconocido, pobre, pero acogedor. Estaban los niños y niñas de su anterior cumple años, además de Paula Bea. Había globos, guirnaldas, serpentinas... En el centro una gran pancarta que decía: NO NOS VENCERÁN.
Una profunda tristeza desplazó a la esperanza. No nos vencerán era la pancarta que sostenían un niño y una niña recién nacidos, desnudos porque acababan de nacer.
Sonreían, y de repente, la pancarta se convirtió en ropas que una vez vestidos, se convirtieron en niños de su edad. Tenían un regalo cada uno, y se dirigían hacia ella para entregárselos, cuando entraron dos hombres con traje y corbata, le quitaron los regalos y salieron corriendo.
En ese momento Maía oyó la voz de su madre que le decía ¡Felicidades nena! Le esperaba una sorpresa que no podía imaginar, porque los padres son como los reyes magos, hacen que algunos sueños se conviertan en realidad. Habían trabajado duro para que Maía tuviera el cumple años que soñó
CAPÍTULO II
Mi cumple será el más triste de mi vida, pensó Maía con desesperación. Sin amigas no hay fiesta y sin fiesta, un día más, un día como otro cualquiera.
En sus cavilaciones, Maía indignada, repetía en voz alta, crisis, crisis... Que no es una crisis, que es un mamoneo de zoquetes, imitando sus poderes.
Estos adultos están locos. Si saben lo que pasa ¿por qué no lo arreglan?
La vida en el pueblo es fácil, pero a mí solo me gusta en verano. El resto del año es triste, solo hay abuelos.
Como dice mi abuela ¡Qué barullo de vida!
Este cumple años, creo que va a ser... me da vergüenza decirlo, pero me acuerdo del día que murió el abuelo, que fue el día más triste que yo he vivido.
A mis amigas las puedo volver a ver, y a mi abuelo no, pero si yo pudiera contarle a mi abuelo la pena que tengo, me sentiría mejor.
Me gustaría dormir y despertar en el pueblo, ya de vacaciones.
Este año cae en sábado mi cumle, pero mi padre solo quiere ahorrar, por lo que pueda pasar, y no sale ni a tomar café, por lo que creo que estaremos en casa los tres solos.
Me comprarán un regalo que seguro no me gusta, mi madre hará una tarta, me pondrá nueve velas para que pida un deseo que no quiero pedir porque no se puede cumplir.
La víspera de ese del cumple, Maía se acostó muy nerviosa, con la maldita palabra sacudiendo sus sienes, crisis... crisis... crisis.... Cuando se durmió ya era la madrugada.
Escribir un cuento, había pensado para ocupar su mente en su noveno cumple años. El cuento se llamaría CUMPLE AÑOS FELIZ. Y será el que le hubiera gustado tener.
¿Iba a impedirle la crisis soñar? ¡No...! ¡Soñar es gratis es gratis...!¡Soñar es gratis...!soñar es gratis...!
De repente, se vio desayunando en un lugar desconocido, pobre, pero acogedor. Estaban los niños y niñas de su anterior cumple años, además de Paula Bea. Había globos, guirnaldas, serpentinas... En el centro una gran pancarta que decía: NO NOS VENCERÁN.
Una profunda tristeza desplazó a la esperanza. No nos vencerán era la pancarta que sostenían un niño y una niña recién nacidos, desnudos porque acababan de nacer.
Sonreían, y de repente, la pancarta se convirtió en ropas que una vez vestidos, se convirtieron en niños de su edad. Tenían un regalo cada uno, y se dirigían hacia ella para entregárselos, cuando entraron dos hombres con traje y corbata, le quitaron los regalos y salieron corriendo.
En ese momento Maía oyó la voz de su madre que le decía ¡Felicidades nena! Le esperaba una sorpresa que no podía imaginar, porque los padres son como los reyes magos, hacen que algunos sueños se conviertan en realidad. Habían trabajado duro para que Maía tuviera el cumple años que soñó
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