sábado, 14 de septiembre de 2013

REGRESO

CAPÍTULO V DE MAÍA
Por fin llegó el día del regreso de vacaciones, y Madrid agitado (como dijo su padre).
Recogieron todo, se despidieron de los abuelos, y los esperaban los padres de Paula para comer.
Las niñas comieron antes con el hermano de Paula, tres años mayor, y se pusieron a jugar los cuatro, a la sombra de la parra, mientras comían los mayores, después de llegar el padre del campo.
Los padres habían acordado entre ellos,la posibilidad de que las niñas se quedaran en ese pueblo, y a pesar de que en los últimos días las peleas entre ellas eran eran frecuentes, (como ocurre entre hermanos), la idea, a las tres le pareció genial. Pero hoy con la idea de la separación, y la presencia de víctor, estaban más sosegadas.
Cuando les preguntaron ¿qué les parecía la idea de quedarse? a todas les pareció ¡guay...!
Maía nunca se había separado más de un día de su madre, pero la aventura de ser tan fuerte como sus amigas desplazó sus miedos, aunque sintió un poco de congoja al despedirse pensó que por algo bueno sería, y en esa fuerza se refugió en los momentos bajos, en esa semana de aventuras, en que la madre de Paula se sintió tan agradecida por la amistad y comprensión de aquellos que no han estado expuestos a cambios tan radicales.
Maía no echó de menos las comodidades de Madrid, y el pueblo le resultó divertido. Lo mismo ocurrió cuando vinieron sus padres para llevárselas con Víctor y los hermanos de Bea, y seguir con Víctor y los Hermanos de ésta, aquella semana a Madrid. Así sus padres no estuvieron solos esa semana. En su casa había tres chicos amigos que disfrutaban de la acogida y solidaridad de quienes saben lo que se puede hacer juntos y bien avenidos.

Al fin, volvieron sus padres ese fin de semana, con Víctor, Manuel y Javier.
Sus padres se fueron con los chicos a llevar a Vítor y su hermana, mientras su madre y la de Bea preparaban la comida. Se despidieron con pena, pero con la ilusión de volver a vivir otras vacaciones tan intensas y felices.

Llegó el día de la rutina, sus padres y los otros habían estado hablando cosas de mayores, y habían decidido unirse para trabajar en equipo y colaborar para conseguir un mundo mejor para sus hijos.
No permitirían que los poderes siguieran manejando sus vidas con engaños y enredos de salvadores de la patria, mientras masacran al pueblo.

El pueblo tiene poder, (decía su padre), pero hay que estar unidos, decían los demás.
¡Hay que ser unidos!

Cuando Maía volvió al colegio después de las despedidas, ese año llegó cargada de Experiencias, y las notas,que habían bajado el año anterior, subieron a tope y sin esfuerzo, agobio o soledad del fin de curso pasado, y aunque echaba de menos a sus amigas, la esperanza de volver a vivir en unidad, aquella realidad tan fantástica, le daba una inmensa alegría, volviendo a la tranquilidad de la casa y al bullicio y las prisas de la ciudad, sin olvidar la promesa de unidad y en contacto siempre con las familias del verano más lindo de sus vidas.

Ahora cobraban sentido los ahorros que sus padres habían impuesto durante el año anterior, y que tan buenas vacaciones les habían proporcionado, después de su mejor cumple años.

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