No sé si ha sido el paso del fuego, la sequía o las dos cosas, que este año las castañas, las abres y están como el mundo, brillantes por fuera, secas por dentro, o con el gusano haciendo agujero.
La humanidad tiene más coquera que las castañas del 2017. Y como las castañas la cáscara del mundo cada vez está mas llena de agujeros.
El viejo mundo se quema, se ahoga, se estrangula y se zarandea, pero ni muere, ni nace otro. Y es que entre tanta podredumbre, ni se muere ni se nace a gusto.
Cuanto más aumenta el desequilibrio, mayor es la enfermedad. La enfermedad del rico es su riqueza, la del pobre su pobreza, y en el medio un sube o baja.
Los que imitan a los ricos, terminan padeciendo su misma enfermedad, o caen en la contraria, que para el caso es lo mismo.
Mientras el mundo guerrea, ningún sabio puede hablar, porque ya todo está dicho, y lo dicho escrito está.
Viviendo en una pandemia, que no nos deja pensar ¿Somos castañas resecas? Somos seres temerosos? Somos lo que pensamos cuando nos dejan pensar.
Se secan las fuentes, se abrasa la Tierra, y se congela el aire. Y los políticos y la prensa de España, dos meses armando un follón por unas papeletas.
Para eso les pagamos. Para que preparen la guerra, que a la vuelta de diez años, y si Dios no lo remedia, al descubrir el engaño, que ahora a pocos interesa ver como arrancan encinas, ver el fuego en las aldeas. Y comprando voluntades, en minas que nos entierran, sin que sirva ya la frase: "que la cuba de buen vino, no necesita bandera". Que en España no habrá vino, solo quedarán banderas.
Y nos darán las castañas, pero no las de comer, sino las de otra cosecha.
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