Cuando tuve conciencia de la existencia de Dios,
comencé a imaginar, después a aprender.
Más tarde a preguntar, también a renegar.
Y entre tanta confusión..., desamparo... y baja estima...
quien ya se había ido, o así lo creía yo,
me hizo una llamada,
y vi que estaba allí donde yo estaba.
Comprendí que se puede ser libre.
La libertad es la gracia,
el Todo, la nada.
Que la fuerza de Dios a nadie le falta.
Cuando sabes sentirla, aprendes a usarla.
Y a dar alegría..., tristeza...,
das lo que haga falta.
Amor de verdad que a la verdad llama.
Aprendí a dar gracias,
y vi que era bueno ser agradecido
hasta en la desgracia de momentos tristes
que mueven plegarias.
Que Dios siempre escucha.
Con Dios nada falta.
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