MAÍA CAPÍTULO III
Después de ¡Felicidades nena! ¿Sabes qué hora es? Ni lo sé ni me importa ¡Déjame en paz!¡Me has estropeado el sueño! ¿qué sueño? Dos niños llorando, y yo iba a consolarlos, cuando has entrado tú con tus tonterías de felicidades aburridas, y ahora estoy aquí sola, sin amigas...¡Ay! lo siento, lo siento, pero bueno, alégrate por lo que pueda venir ¡Sorpresa, sorpresa...!¡Menudas sorpresas! Una tarta y nueve velas! una tarta y nueve velas
¡Mujer, algo habrá!
¡Solo quiero dormir! Y se tapó la cabeza con la sábana.
¿No quieres saber a donde fue tu padre ayer cuando salió de trabajar? ¡Bueno! A Cáceres, a buscar un jamón. ¿Para qué quiero yo un jamón? Algo más traerá ¡Digo yo! ¡Déjame en paz! volvió a decir ¡En paz te dejo! Yo voy a recibir a las primeras invitadas. Maía destapó la cabeza ¿Qué habrá querido decir? ¿Vendrán la abuela y la tía?
Al fin, decidió levantarse, se sentó a la orilla de la cama, pensando en lo triste que sería su cumple.
Con su padre de mal humor por los recortes ¡Qué palabrejas usan los adultos! Y su madre intentando alegrarle la vida con las tonterías que no le interesan.
De repente, oyó el timbre de la puerta que alguien tocó desde abajo.
Ya había olvidado el timbre, cuando oyó a su madre ¡Qué alegría! ¡Qué guapas! ¡Cuanto habéis crecido Ni la abuela ni la tía.
Maía corrió a la puerta conteniendo la respiración, no se lo podía creer. Corrió a abrazar a sus amigas,gritando ¡No es un sueño! ¡No es un sueño! ¡Sois de verdad! ¡Sois de verdad!
Su padre, no solo había ido a Cáceres a por un jamón y los regalos, también había subido a Salamanca, al pueblo donde vive Paula y después al pueblo donde vive Bea en Ávila. Y allí estaban, no solo para celebrar el cumple. Venían para quedarse los días que faltan para que Víctor coja vacaciones y se marchen todos al pueblo de éste en Cáceres.
Rocío, su madre le había engalanado la casa como otros años, y mientras ésta se quedaba en casa haciendo la comida, Victor las llevó al parque del Retiro.
Por la tarde, vinieron los deás, no todos los del año anterior, que fueron demasiados, según sus padres, y aunque los regalos, fueron menos, fue el mejor cumple años de su vida.
Lo mejor fue , cuando Paula y Bea, al finalizar la fiesta, se quedaron por primera vez a dormir en su casa. Ese fue el mejor regalo de todos.
Se acostaron muy tarde, cuando se quedaron rendidas.
Con las emociones de la fiesta, volvieron a soñar, y al sueño lo llamaron ¡Solidaridad!
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