Los oprimidos la atraen
cuando arrancan las penas del alma,
sabiendo que en el centro de su ser
el dolor se ha convertido en calma.
Un espíritu sano no teme,
sana a todo el ser que lo sustenta.
Esa fuerza que le da protección,
le llaman Dios a la esencia.
Las realizaciones prácticas no alteran.
El alma limpia se complace,
acepta en su calma lo que ocurre.
Un espíritu pleno sin enfermedades.
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