Yo soy Chuchi, con experiencia en las lindes de diferentes vidas de mi entorno. Y oigo a unos y a otros, que se quejan de sus cuitas, mientras veo pasar los años, sin verle a este mundo arreglo.
Durante más de una década, y fue la de más sosiego en mi casa, mi padre vendió el ganado a Pepe, el tratante que pagaba cara su bondad y más la de su familia que sin lamentarse por ello, por amor a una familia que solo le dio tormentos. siempre siguió esperando sin esperanza posible y repetía este consejo ¡Nadie da duros a dieciocho reales! Porque había quien pagaba caro, y yo no entendía que mi padre esperase siempre a Pepe por muy amigo que fuera. Solo cuando algunos vecinos de este y otros pueblos que vendieron su ganao más caro de lo que se esperaba pero nunca le pagaron, porque se les olvidó pagar aquello que habían comprado tan caro. Primero pagaron caro para que se confiaran y después ya no pagaron. Entonces entendí a mi padre.
En este pasar de la vida todos lamentamos nuestra suerte, sin tener en cuenta que hay quien se pone las vendas antes de tener heridas. Y otros caminan sangrando sin cicatrizar se enquistan.
Los que vienen de vacaciones al pueblo, les parece que aquí estamos siempre de vacaciones, desde que desaparecieron las, y los zachos se usan poco. Pero la realidad es bien distinta. Los de aquí creen que en la capital solo es trabajar cinco días a la semana sin más problemas. Pero no es fácil soportar en el mundo que vivimos, tanta indignidad e injusticia.
Aquí en los pueblos, uno de los conflictos han sido las lindes de las tierras que no han merecido tanta zozobra, ya que una cuarta más o una cuarta menos, quedamos igual.
Eso le decía Maruja a mi padre, cuando le contaba los problemas que le daba un vecino corre lindes. No te preocupes, deja que se meta en lo tuyo, que ya llegará el día que cada linde esté en su sitio. Pero mi padre se llevaba unos disgustos, que el día que el otro por fastidiar, y siempre son esos que no sirven ni pa escuchar si llueve (como se suele decir),corrió un mojón delante de sus narices. Él se vino sin decirle nada, por no partirle la cara y se puso tan mal que cuando llamamos al médico ya no dio tiempo a salir de casa y se nos fue.
Estaba tan bien, tomando su pastilla para la tensión que no quería, y fue Maruja quien lo convenció diciéndole que, ni tanto ni tan calvo, que hay personas que están enfermas por los medicamentos que toman, mientras otras como era su caso se la estaban jugando por no tomar un pastilla.
Yo veo que los médicos recetan demás y no sé por qué no se pone remedio. Que los laboratorios hagan negocios a costa de la salud de la gente me indigna un montón, como me indigna todo.
Alguien dijo ¡Somos lo que comemos! y yo lo creo y así como más que nada lo que da la tieera, y me hago mi ensalada de naranjas con ajo y aceite para desayunar como lo hacían mis padres aunque mis hermanas se reían cuando venían del Norte porque allí les resultaban extrañas nuestras costumbres.
Lo únco que no hago es la matanza que en mi casa se dejó de hacer, porque ya las dietas la desplazaban. Y yo no la echo nada de menos.
Confío que algún día deje la gente de consumir drogas, tanto legales como ilegales y el mundo sea más alegre y feliz. Mientras me muevo entre lindes, voy sembrando otras semillas que no tengo más pasión que paz, amor y justicia.
viernes, 20 de enero de 2012
jueves, 19 de enero de 2012
LA VIDA DE JESÚS
Yo soy Chuchi, y al golpe de la muerte de mi padre, tuve que añadir la pena de mi madre, que se quedó, apenada, asustada y confundidOs, diciendo si estaría mi padre con su hermano Miguel, o al haber muerto tan lejos, no podría encontrarlo. Yo en ese tiempo no sabía qué decirle y se me ocurrió, que el sol en su renacer los tenía a todos, porque el espíritu pertenece al fuego. Esa ocurrencia, me vino cuando con mis gafas oscuras, me tumbaba al sol para pedirle fuerza, entendimiento y consuelo, para seguir en la vida como había seguido mi madre a la muerte de su hermano y de sus padres que se fueron , según ella de la pena que no pudieron soportar.
Al mirar al sol, un túnel que yo imagino, absorbe la vida. Porque digo yo que, la vida de los seres, debe ir a alguna parte.
Por la noche salía a ver la luna y las estrellas, y le pedía a Dios luz y entendimiento.
Un día, en una librería vi un libro con un ángel que ocupaba una pasta, y entendí que al mirarme quería irse conmigo. Lo compré y ya he seguido hasta el día de hoy, que cada vez más, siento la presencia de estas fuerzas que me ayudan a seguir cuando me meto en algún lío como me ocurrió con la última novia que tuve, hace un año.
Manoli, una segoviana que vino de vacaciones con unos vecinos del pueblo, que viven en Barcelona como ella. Y parecía tan diferente a lo que en realidad era, que pensé que por fin la vida me sonreía.
Se acabaron las vacaciones y se marchó hasta Navidad que volvió una semana. Ahí ya me tuve que comprar otra televisión porque le gustaban esos programas de los corre, ve y dile, que a mí me dan ganas de romper la pantalla, si con ello consiguiera darle con los cristales en las narices.
pensé que eso era un pequeño problema y que con el tiempo se daría cuenta que eso como los chismorreos que en tiempos pasados preparaban en los pueblos las alcahuetas, y alcahuetes que venían de padres que no obligaban a sus hijos a ir a la escuela, aunque no tuvieran otra cosa que hacer, y de otros que sí habían ido, que de todo había.
Las revistas que leía Manoli, eran lo mismo, y aunque yo le decía que esos trabajos inútiles y dañinos, antes los hacían los que no sabían leer ni escrbir, ella seguía aunque me daba la razón a medias.
Cuando volvió en el verano, el desencadenante fue la proposición, que me sonó a orden.¡Cari! me dice ¡Cuando nos jubilemos tenemos que ir a Rusia! ¿A Rusia? Si, si, todas mis amigas han ido ya ¡Pero si no conocemos España! Pero está de moda ir a Rusia y vamos a Rusia ¿Se puede saber qué se te ha perdido en Rusia? Se me ha perdido...¡El transiveriano, un viaje fantástico ¿El transiveriano...?El fantasma del tío Miguel se me metió en el cuerpo y a poco me caigo de mis pies.
Me entró tal rabia, que le dije¡Cuando quieras puedes marcharte! ¡Puedes estar en esta casa hasta que termines las vacaciones! ¡Pero cuando yo quiera ir a Rusia, si es que algún día quiero, lo decidiré por mi cuenta!
Ésta no hizo como Arantxa, no, ésta se quedó y trató de convencerme, no solo de ir a hacer turismo en el transiveriano, sino que siguió viendo el chocolateo de la televisión y comprando el mismo chocolate en el papel.
Cortar esta relación fue una liberación, aunque en el pueblo me pusieron a escurrir ¿Qué vas a hacer cuando seas viejo? me decían. ¡Será que solo me caen bien las opuestas! Pero si tengo que estar solo, será que me lo merezco, y no estoy tan mal. A pesar de mis desengaños y de mis años no pierdo la esperanza de disfrutar de una compañía agradable.
Al cortar con Manoli no me dolió nada y sentí que estaba liberado, pues me lo puso muy fácil.
Al mirar al sol, un túnel que yo imagino, absorbe la vida. Porque digo yo que, la vida de los seres, debe ir a alguna parte.
Por la noche salía a ver la luna y las estrellas, y le pedía a Dios luz y entendimiento.
Un día, en una librería vi un libro con un ángel que ocupaba una pasta, y entendí que al mirarme quería irse conmigo. Lo compré y ya he seguido hasta el día de hoy, que cada vez más, siento la presencia de estas fuerzas que me ayudan a seguir cuando me meto en algún lío como me ocurrió con la última novia que tuve, hace un año.
Manoli, una segoviana que vino de vacaciones con unos vecinos del pueblo, que viven en Barcelona como ella. Y parecía tan diferente a lo que en realidad era, que pensé que por fin la vida me sonreía.
Se acabaron las vacaciones y se marchó hasta Navidad que volvió una semana. Ahí ya me tuve que comprar otra televisión porque le gustaban esos programas de los corre, ve y dile, que a mí me dan ganas de romper la pantalla, si con ello consiguiera darle con los cristales en las narices.
pensé que eso era un pequeño problema y que con el tiempo se daría cuenta que eso como los chismorreos que en tiempos pasados preparaban en los pueblos las alcahuetas, y alcahuetes que venían de padres que no obligaban a sus hijos a ir a la escuela, aunque no tuvieran otra cosa que hacer, y de otros que sí habían ido, que de todo había.
Las revistas que leía Manoli, eran lo mismo, y aunque yo le decía que esos trabajos inútiles y dañinos, antes los hacían los que no sabían leer ni escrbir, ella seguía aunque me daba la razón a medias.
Cuando volvió en el verano, el desencadenante fue la proposición, que me sonó a orden.¡Cari! me dice ¡Cuando nos jubilemos tenemos que ir a Rusia! ¿A Rusia? Si, si, todas mis amigas han ido ya ¡Pero si no conocemos España! Pero está de moda ir a Rusia y vamos a Rusia ¿Se puede saber qué se te ha perdido en Rusia? Se me ha perdido...¡El transiveriano, un viaje fantástico ¿El transiveriano...?El fantasma del tío Miguel se me metió en el cuerpo y a poco me caigo de mis pies.
Me entró tal rabia, que le dije¡Cuando quieras puedes marcharte! ¡Puedes estar en esta casa hasta que termines las vacaciones! ¡Pero cuando yo quiera ir a Rusia, si es que algún día quiero, lo decidiré por mi cuenta!
Ésta no hizo como Arantxa, no, ésta se quedó y trató de convencerme, no solo de ir a hacer turismo en el transiveriano, sino que siguió viendo el chocolateo de la televisión y comprando el mismo chocolate en el papel.
Cortar esta relación fue una liberación, aunque en el pueblo me pusieron a escurrir ¿Qué vas a hacer cuando seas viejo? me decían. ¡Será que solo me caen bien las opuestas! Pero si tengo que estar solo, será que me lo merezco, y no estoy tan mal. A pesar de mis desengaños y de mis años no pierdo la esperanza de disfrutar de una compañía agradable.
Al cortar con Manoli no me dolió nada y sentí que estaba liberado, pues me lo puso muy fácil.
jueves, 12 de enero de 2012
LA VIDA DE JESÚS
Yo soy Chuchi y voy a contarles como, a espaldas de mi padre, conseguí entrar en la sociedad del matadero comarcal que tenía muchas probabilidades de triunfar, sólo necesitaba una buena gestión, que fue lo único que no tuvo. Ninguna intención había de que la tuviera y lo sabían nuestros viejo.
Como les decía, yo tenía cinco mil pesetas ahorradas y lo que la empresa necesitaba para admitirte como socio eran diez mil. Yo sabía que mi amigo Miguel, que tenía una zapatería en el País Vasco, estaría encantado de prestármelas, pero yo no confiaba tanto en él como mi madre, aunque tampoco había razón aparente para no fiarme, ya que durante años, cuando venía de vacaciones, comía más de mi casa que de la suya.
Mi padre tampoco confiaba mucho en él, pero no había razón para negarle a mi madre la ilusión que le hacía su llegada cada verano y aveces en Navidad.
Al fin, mientras yo comentaba con unos y con otros que mi padre estaba equivocado, pero que si él había decidido quedarse fuera, yo no podía hacer ya nada porque el título era suyo, la ganadería también y yo no podía verlo tan enfadado.
en esos días apareció "mi amigo" que era muy aficionado a la caza, y ni siquiera hizo falta pedirle las cinco mil pesetas que me faltaban. Yo le dije que bajo ningún concepto se podía enterar mi padre y que recibiría por sus cinco mil pesetas mucho más. A lo que respondió que de eso estaba seguro él. Ya podía seguir soñando con mi participación en la mejor empresa que hubiera tenido la comarca en el tiempo más propicio para ello. Poco duró el sueño. Al parecer las diez mil pesetas de cada socio no habían sido suficientes para poner en marcha el negocio de sabe Dios quién y no tardaron en inventar que se necesitaban doscientas mil. Yo esperaba que mi padre no se enterara y de lo que no se enteró nunca fue de mi estupidez, pero eso me costó estar pagando por ello mientras vivió. Aquel amigo no tuvo ningún reparo en hacerme saber que aquel secreto valía dinero. No sólo pagué y callé, sino que tuve que ir poco a poco convenciendo a mi padre de que Miguel era un gran amigo. Lo más doloroso no fue perder dinero y sueño, fue entrar en esa esquizofrenia obligada de disimular un afecto que me hacía crecer el asco interior, hasta que murió mi padre, y yo en aquel momento que esperaba verle entrar por la puerta para perdonarle cuando me diera el abrazo que necesitaba en ese momento, pues se encontraba en el pueblo y mi padre murió de repente. Fui tan sorprendido como el resto del pueblo que pensó que habría tenido que marcharse por alguna urgencia y que no le habría dado tiempo a enterarse. Eso hasta yo lo pensé en un primer momento, pero pronto fui dándome cuenta lo bajo que puede llegar a caer el alma humana por la estupidez, o no sé qué pecado capital.
Como les decía, yo tenía cinco mil pesetas ahorradas y lo que la empresa necesitaba para admitirte como socio eran diez mil. Yo sabía que mi amigo Miguel, que tenía una zapatería en el País Vasco, estaría encantado de prestármelas, pero yo no confiaba tanto en él como mi madre, aunque tampoco había razón aparente para no fiarme, ya que durante años, cuando venía de vacaciones, comía más de mi casa que de la suya.
Mi padre tampoco confiaba mucho en él, pero no había razón para negarle a mi madre la ilusión que le hacía su llegada cada verano y aveces en Navidad.
Al fin, mientras yo comentaba con unos y con otros que mi padre estaba equivocado, pero que si él había decidido quedarse fuera, yo no podía hacer ya nada porque el título era suyo, la ganadería también y yo no podía verlo tan enfadado.
en esos días apareció "mi amigo" que era muy aficionado a la caza, y ni siquiera hizo falta pedirle las cinco mil pesetas que me faltaban. Yo le dije que bajo ningún concepto se podía enterar mi padre y que recibiría por sus cinco mil pesetas mucho más. A lo que respondió que de eso estaba seguro él. Ya podía seguir soñando con mi participación en la mejor empresa que hubiera tenido la comarca en el tiempo más propicio para ello. Poco duró el sueño. Al parecer las diez mil pesetas de cada socio no habían sido suficientes para poner en marcha el negocio de sabe Dios quién y no tardaron en inventar que se necesitaban doscientas mil. Yo esperaba que mi padre no se enterara y de lo que no se enteró nunca fue de mi estupidez, pero eso me costó estar pagando por ello mientras vivió. Aquel amigo no tuvo ningún reparo en hacerme saber que aquel secreto valía dinero. No sólo pagué y callé, sino que tuve que ir poco a poco convenciendo a mi padre de que Miguel era un gran amigo. Lo más doloroso no fue perder dinero y sueño, fue entrar en esa esquizofrenia obligada de disimular un afecto que me hacía crecer el asco interior, hasta que murió mi padre, y yo en aquel momento que esperaba verle entrar por la puerta para perdonarle cuando me diera el abrazo que necesitaba en ese momento, pues se encontraba en el pueblo y mi padre murió de repente. Fui tan sorprendido como el resto del pueblo que pensó que habría tenido que marcharse por alguna urgencia y que no le habría dado tiempo a enterarse. Eso hasta yo lo pensé en un primer momento, pero pronto fui dándome cuenta lo bajo que puede llegar a caer el alma humana por la estupidez, o no sé qué pecado capital.
jueves, 5 de enero de 2012
LA VIDA DE JESÚS
Yo soy Chuchi, que en mi juventud, como ocurre casi siempre, creí saber por encima de la experiencia. Pensando que la fantasía de mis ilusiones, eran pura lógica, por encima de la desconfianza que da la intuición de la madured de mis ancestros.
Oí hablar de la concentración parcelaria para juntar las tierras, y pensé que pronto, solo habría que ir a una sola parcela y que todo el mundo quedaría contento con el nuevo orden. Y aunque fue un cambio a mejor, el cambio aumentó la crispación de la gente. Unos con razón, otros sin ella, aumentaron los odios, las envidias y los recelos.
La realidad,cuando llegó, poco se parecía a mis sueños.
Hubo otro cambio que prometía ser importante en la comarca. La sociedad que construyó el matadero comarcal, que los ganaderos y mini ganaderos, vieron como el salva vidas de su maltrecha economía.
El matadero tuvo un buen comienzo como negocio, pero los pequeños ganaderos, no le vieron la gracia.
El caciquismo clasificaba mucho peor que el chalaneo, y entre una opción y otra, mejor la de siempre con la que ya se estaba acostumbrado a lidiar.
Ya se había olvidado la gente de las quinientas pesetas que habían puesto como socios y el matadero iba de mal en peor, cambiando de dirección, cuando alguien decidió vender la moto. Y allí estuve yo con mi listeza juvenil.
Nos dijeron que había que salvar el negocio que tenía un buen futuro. Como siempre se le echaba la culpa a otros.
Hacían falta diez mil pesetas de cada socio, que si no se ponían se perdían los derechos y las quinientas pesetas que cada uno había puesto.
Yo sabía que con una buena gestión, se podía hacer una buena labor social y económica, y traté de convencer a mi padre de ello, pero mi padre tenía muy claro que había perdido quinientas pesetas, y no estaba dispuesto a seguir perdiendo en el invento.
Tanto lo aburrí, que llegó a amenazarme con darme un soplamocos si seguía insistiendo.
No me dí por vencido. Solo tenía yo de mis ahorros cinco mil pesetas. Estaba claro que mi padre no podía enterarse, si conseguía reunir el dinero que me faltaba y que me traspasaran el título sin la firma de mi padre, eran las dificultades a las que me enfrentaba.
Sobre el traspaso del título no había ningún problema. La empresa no ponía ninguna pega a la hora de recibir dinero.
Yo, tenía un amigo de la infancia, y creo que permaneció la amistad por mi madre, pues se llamaba Miguel como su hermano desaparecido y añorado y solo por eso se convirtió en el amigo predilecto.
De lo que ocurrió, hay para un capítulo aparte. Ahora intento cambiar de vida, teniendo en cuenta las locuras de mi amiga Maruja, la mujer de Pepe el tratante que durante años se llevó nuestro ganado sin conseguir hacerse rico, y que terminó siendo como de la familia. Maruja siempre dice una frase que a ella le dijo un amigo mayor que ella: "Lo único importante de la vida es lo bueno que hacemos por los demás".
Oí hablar de la concentración parcelaria para juntar las tierras, y pensé que pronto, solo habría que ir a una sola parcela y que todo el mundo quedaría contento con el nuevo orden. Y aunque fue un cambio a mejor, el cambio aumentó la crispación de la gente. Unos con razón, otros sin ella, aumentaron los odios, las envidias y los recelos.
La realidad,cuando llegó, poco se parecía a mis sueños.
Hubo otro cambio que prometía ser importante en la comarca. La sociedad que construyó el matadero comarcal, que los ganaderos y mini ganaderos, vieron como el salva vidas de su maltrecha economía.
El matadero tuvo un buen comienzo como negocio, pero los pequeños ganaderos, no le vieron la gracia.
El caciquismo clasificaba mucho peor que el chalaneo, y entre una opción y otra, mejor la de siempre con la que ya se estaba acostumbrado a lidiar.
Ya se había olvidado la gente de las quinientas pesetas que habían puesto como socios y el matadero iba de mal en peor, cambiando de dirección, cuando alguien decidió vender la moto. Y allí estuve yo con mi listeza juvenil.
Nos dijeron que había que salvar el negocio que tenía un buen futuro. Como siempre se le echaba la culpa a otros.
Hacían falta diez mil pesetas de cada socio, que si no se ponían se perdían los derechos y las quinientas pesetas que cada uno había puesto.
Yo sabía que con una buena gestión, se podía hacer una buena labor social y económica, y traté de convencer a mi padre de ello, pero mi padre tenía muy claro que había perdido quinientas pesetas, y no estaba dispuesto a seguir perdiendo en el invento.
Tanto lo aburrí, que llegó a amenazarme con darme un soplamocos si seguía insistiendo.
No me dí por vencido. Solo tenía yo de mis ahorros cinco mil pesetas. Estaba claro que mi padre no podía enterarse, si conseguía reunir el dinero que me faltaba y que me traspasaran el título sin la firma de mi padre, eran las dificultades a las que me enfrentaba.
Sobre el traspaso del título no había ningún problema. La empresa no ponía ninguna pega a la hora de recibir dinero.
Yo, tenía un amigo de la infancia, y creo que permaneció la amistad por mi madre, pues se llamaba Miguel como su hermano desaparecido y añorado y solo por eso se convirtió en el amigo predilecto.
De lo que ocurrió, hay para un capítulo aparte. Ahora intento cambiar de vida, teniendo en cuenta las locuras de mi amiga Maruja, la mujer de Pepe el tratante que durante años se llevó nuestro ganado sin conseguir hacerse rico, y que terminó siendo como de la familia. Maruja siempre dice una frase que a ella le dijo un amigo mayor que ella: "Lo único importante de la vida es lo bueno que hacemos por los demás".
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