martes, 20 de mayo de 2014

BOCADILLOS MÁGICOS

A Maía poco le importa ya las asignaturas que le van a quedar para Septiembre, en su clase hay niños que no tienen ganas de jugar en el recreo,  porque ya tienen en sus casas un juego que les han enseñado sus madres.
Al principio Maía les oyó con interés  y curiosidad que cenaban bocadillos mágicos, pero cuando le explicó a su madre  de qué se trataba, su madre le dijo que eso no era un juego, sino una triste realidad.
Por el tono de voz, y la cara que puso su madre , Maía  se dio cuenta que algo grave pasaba. Calló y decidió hacer la prueba, escondiendo aquella noche la tortilla que había de cena sin que sus padres se dieran cuenta que dentro del pan que estaba comiendo, no había más que un pensamiento de jamón serrano del que le ponía la abuela cuando iban al pueblo.
Nada extrañó a los padres , pues Maía a veces hacía eso, metía la tortilla o lo que hubiera para cenar entre el pan en forma de bocadillo.
Ésta se esforzaba en pensar que estaba comiendo un bocadillo de jamón, mientras comía el pan seco.
Tanto se metió en el papel, que al terminar de comer  se le escapó un...¡Qué rico el jamón de la abuela!
Su padre  sonrió con tristeza, porque  hacía  meses que no probaban el jamón, pero a su madre le entró la duda de si la actuación había sido total. Y pensó si habría escondido la tortilla ¿donde la tendría?
Ya no le quitó a su hija la vista de encima, y ésta que se dio cuenta, tuvo que olvidarse  de la tortilla y dejarla hasta que se fueran todos a la cama para levantarse cuando todo estuviera en silencio, pero el sueño la venció y se durmió.
Soñó que estaba en un país lejano con niños que no tenían pan para hacer bocadillos mágicos. Se sintió muy angustiada y no pudo evitar el llanto. Tapó la cara con las manos para que no la vieran llorar, y cuando levantó la cabeza, vio a un niño desnudo que le sonreía. Se acercó a él, le dio un abrazo y aquel niño desnudo y desnutrido se convirtió en un niño robusto, que reía hasta hacerla reír con una felicidad que jamás había sentido, y así se despertó, tan feliz que se olvidó de la tortilla, y se volvió a dormir hasta que entró su madre a llamarla para ir al colegio.
Se marchó contenta al con la experiencia de haber cenado un bocadillo mágico como sus compañeros.
A la hora del recreo, ella tenía ganas de jugar pero sus compañeros de bocadillos mágicos no. Y su experiencia de jugar a comer  bocadillo mágico no le lucio como esperaba porque la tristeza fue máxima al darse cuenta que sus compañeros no habían desayunado y lo del bocadillo mágico no era  un juego sino una triste realidad, como había dicho su madre.
Pensó en sus amigas del campo, en lo felices que fueron el verano pasado, y esperaba pronto verlas en sus actuales lugares de residencia.
dejó de jugar y se puso a soñar despierta. Imaginó un campo trabajado por niños , no había adultos, y el trabajo era un juego, ningún niño pasaba hambre.
La tortilla, la encontró su madre al día siguiente envuelta en una servilleta en el mueble del comedor. Maía se acordó de ella, cuando su madre le preguntó en la cena ¿qué tal el bocadillo mágico?
Maía  se juró que estudiaría mucho todo el verano para ayudar a los niños que no tienen padres, ni abuelos ni nadie, y andan perdidos por esos mundos de Dios, aunque ella no conocía ninguno, sabia que los había , y  le horrorizaba pensar que ella pudiera verse en esa situación.
También sentía angustia por los niños enfermos en este país, cuyos padres tienen que salir a pedir para ellos los derechos que la maldita crisis les niega, mientras los que mandan destinan el dinero a gilipolleces inútiles.
Ella piensa que cuando sea mayor estudiando mucho sabrá hacer mejor las cosas que los que mandan en lo de todos ahora solo hablan de crisis y no arreglan nada.

Dedico este cuento a Paula, Javier, Victor y Aimar.

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