Después de cuarenta años se muere el zorro, y queda su cola como si fuera la de una lagartija. Viva la cola que en lugar de mamífero parece llevar las huevas que la irán engordando a lo largo de los otros cuarenta años de disfraz, que ya está cayendo de viejo.
Ahora lo que importa es que muera la cola sin perjuicio de nadie, y enterrar su fantasma. Que casi ochenta años son toda una vida.
Y que la nueva España mire hacia adelante, consciente de que esta historia no puede repetirse por vieja, por larga, y por cruel.
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