Ha vuelto la vejez. Y esta vez para quedarse definitivamente.
A los 26 años, sentí algo que denominé, vejez prematura, porque pensé que ya no me liberaría. Era mucho peor, no podía andar más que trayectos cortos, a determinadas horas del día, y con mucha dificultad. No soportaba la television, la radio, música o cualquier tipo de ruído.
Cuando digo que no soportaba , me refiero a que era como una tortura, y más cuando pensaba que sería así para siempre.
Ahora viene mucho más leve, y de diferente forma, pero poco a poco, me irá ganando.
Gracias a Dios sé que esta vez le toca por derecho, y mi derecho es hacerle frente con los medios a mi alcance, aunque sé que le toca a ella vencer, y a mí aceptar.
Ahora no tengo miedo. Entonces tuve pánico. Ahora sé que no puedo, entonces no supe que podía, por lo que tardé años en comprenderlo.
El saber es un poder agradable. La ignorancia aturde y asusta. Y aunque siempre tendré más de la última, uso lo que tengo del primero.
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