Embobada en tapaderas, celestina,
de entre muros fantasmales.
Oculta su mal vivir sempiterno
bajo formas de sentencia
que van quemando la vida,
esclava de su vergüenza.
Despachos de picapleitos,
que aparentando justicia,
Mejor que servir al pueblo,
sirven al que mortifica.
Y van llenando de miedos
las leyes con que trafican.
Entre unos pocos letrados,
que van sembrando ignorancia,
el destino de este pueblo,
con gracia o con desgracia,
las grandes mentiras
la historia no cambia.
Y siempre es lo mismo,
sangre, sudor y lágrimas.
Que el que sabe no puede,
y el que puede estafa.
En saberes y poderes,
siempre puede la ignorancia.
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