lunes, 3 de agosto de 2020

SALUD PARA TRABAJAR

Lo importante es la salud. Pero no sabemos la de quien. Después la economía, tampoco sabemos la de quien.
La imaginación se ha fatigado, o no se ha usado para gestionar salud y trabajo.
Las ciudades atascadas, y el campo despoblado.
¿Para qué queremos gobiernos y estados?
Si es el capitalismo, el que va a seguir mandando.¿Para qué los pagamos? ¿Seguiremos bajo el yugo de los poderes fácticos, de esclavos, creyendo que nos dan, mientras nos están robando?
Dos mil años de historia de un revolucionario pacifista, poseedor de la verdad, que fue crucificado por serlo, y a la espera de que se esclarezcan los hechos. ¿Veinte siglos, son insuficientes para el cambio que fue su causa? ¿Hasta cuando lo van a seguir usando como mercancía milagrosa que dio y quitó poderes, que estableció pecados, e institucionalizó el sufrimiento?
Dos mil años de confusión, y ya van veinte más donde el cambio, por un virus más peligroso y más viajero que cualquier virus conocido.
Y por muchos palos que el sistema le ponga a las ruedas. Y por mucha pereza que de el cambio, brusco llegará por tardío. Y el vértigo descompone la salud que todo ser merece al haber nacido.Y se pierde en los errores, sin que sea de Dios castigo. Que ya sólo se castiga el hombre con su egoísmo.
La riqueza, el éxito y la hipocresía. En el caudillismo solo los ricos podían besarse entre hombres y mujeres que no fueran de familia, los pobres no. Esos se daban la mano. Los besos solo entre mujeres. Que besar era pecado, y si eran curas o monjas, pecado mortal. Ahora viene el coronavirus con el mismo cuento. Y sí, ya se evitaba con los catarros. Y tiene sentido, porque los virus son tan in quietos, que no paran de danzar y multiplicarse. Como las septas, que van a la par de los virus.
Tiene gracia que ahora las septas ya no necesitan un caudillo que vaya con el santísimo sacramento, bajo el palio.
El palio era una tela unida a unos palos, que a los que le gustaba caciquear, lo llevaban para cubrir al cura que llevaba a Dios en una hostia grande, metida en una urna llamada patena. El cuerpo de cristo, nos metieron en la cabeza, era la sagrada hostia consagrada en la misa, que se consagraba a la vez que el vino que el cura bebía después de decir lo que aseguraban había dicho Jesús en la última cena, cuando iba a ser detenido.
Jesús no tendría otra forma de literatura, y durante siglos, nos hemos estado comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre, aunque fuéramos obligados por las circunstancias, a ser vegetarianos.
Como se unan todas las septas, vamos a estar todos en el ojo de la gran pantalla del gran hermano. Y sieso ocurre, ya no habrá más despertar que el de la muerte. En el mejor de los casos.. En el peor , tortura previa, como le gusta a los señores de la guerra.

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