martes, 13 de abril de 2010

HAMBRE DE JUSTICIA

Manchadas las manos desde niños.
Las caras, los pies y los arapos.
Descalzos recorriendo los caminos.
Sobreviviendo, temiendo manos limpias.
Así emigrantes, peregrinos, trabajaron.
Sirvieron a señores no elegidos,
a veces confundidos como esclavos.
Pero libres sus conciencias sanas.
Que su esperanza cada noche limpia
el odio de los malvados.
Como las flores y los frutos manos limpias
de la tierra y del estiércol que los nutre.
A ensuciarse las manos al trabajo
van los pobres que rezan por justicia.
Han sido y siguen siendo las manos que trabajan
las que mantienen limpias las moradas.
Sufriendo las crisis son los pobres
los que avivan el ingenio y sobreviven
que sabiendo que son vicios ajenos.
Pagando y callando, obedeciendo.
Si quieren saber quien los provoca,
que le pregunten a los "fantasmas" del castillo.
El castillo del "Buen Amor" sabe de crisis
y de fantasmas sin prisión.
¡Seguir rezando por justicia
con la fe inquebrantable del amor!
¡Que los niños esclavos se liberan
y olvidarán los cantares de prisión!

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