Al regresar del huerto
disfrutando del camino,
se ha levantado la niebla.
Sale el sol de su escondrijo.
La perfecta bola blanca,
pocas veces así he visto.
A la ida espesa niebla,
a la vuelta sol bendito.
¡Qué belleza y que alegría!
Cansados pero contentos.
Como si nunca en la vida
hubiéramos visto eso.
Seis, siete décadas caminando,
y como si fuera nuevo,
el polvo de los caminos,
donde nos hicimos viejos.
Lo mismo en coche que a pie,
por asfalto y por terrenos.
Con el sol y con la luna,
las estrellas y los vientos.
Caminantes de la noche,
lo mismo que por el día,
no deis nada por perdido,
ni por sabida la vida.
Aprendiendo de las libres
que caminan cada día,
sin temor y sin fracaso
en busca de su comida.
Felices en su ignorancia.
Comen para ser comida.
En ellas no existe el odio,
ni el dolor que da la envidia.
Como un juego por sus huellas.
arquitectas de la vida,
que paralela a la muerte,
van marcando cuando pisan.
Se fueron los campesinos,
huyendo de la miseria.
Quizá se hayan hecho ricos.
Quizá lloren por su tierra.
De cualquier manera y forma,
siempre hay una vuelta a casa.
Que todo nace en la tierra,
en la que a nadie le falta.
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