Antes de entrar en la plaza,
van deseando la muerte.
Y su bravura y su casta
arremeten cuando pueden.
Al pararse en la arena,
antes de entrar al toril,
uno rojo y dos cabestros,
bien apurados los vi.
El rojo tambaleante,
quizá fuera el más rebelde.
Pero todos bien cansados,
con su tortura no pueden.
Y los estamos mirando.
Vemos menguando a la gente.
Que con tanto sufrimiento,
ya muy pocos se divierten.
No acabará este martirio
quien proteste velozmente,
ni lo podrán mantener
aquellos que lo defienden.
Estos fieros animales,
me han dado la oportunidad
de estar más cerca del cielo
en la andanada de mirar.
Porque mirando a lo lejos,
el sol radiante me da,
luz, calor y belleza.
Y sentir la libertad.
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