Orando en mi terraza.
Con el perfume del pan y dulces
que de los hornos llega.
El sol en alza me hace olvidar
el ciénago que me rodea.
El parlamento de los alados,
que entre ellos cantan
sus venturas o desventuras
por encima de los tejados.
Sin impuestos que pagar.
Porque viven al susistir
y no piden más.
Nos libran de mosquitos,
y nos hacen trabajar.
Mi oasis en este desierto,
es mi casa, mi sol y mi luna.
Mi cielo azul o gris,
y el poder que me dan ellos.
Son los ángeles que animan
el poder de los pensamientos.
En ellos me amparo,
y me protege el saberlo,
que están siempre y los siento.
Porque no hay mal
que no ocurra por algo de lo eterno.
La vida de aquí puede ser,
feliz o no, solo sueño.
Y la conciencia despierta al genio.
Ningún castigo viene del cielo.
Somos los hombres torpes creyendo
que hay premio o castigo
en el cuerpo muerto.
En este que pasamos, ya no volvemos.
Que será en otros, nuestro regreso.
Cuando decidamos pagar las deudas.
Que aquí dejamos cuanto tenemos,
sin haber pagado ya pagaremos.
Que el destino no deja deudas al cielo.
La buena vida es,no tener miedo
que supere la prudencia,
ni altere la justicia en exceso.
Que la conciencia sabe aprenderlo.
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