Me duele el alma, decía yo y alguien no lo toleraba porque decía que eso no duele. Se lo dije a un psicólogo y aún más molesto, eso no duele, no existe.
Años más tarde, el primero en sus ayes dice: me duele el alma, y yo respondo: a que es verdad que duele. Él dice ¡¡¡Ya lo creo que duele y de qué manera!!!
El pasado no se puede cambiar, es difícil de olvidar, pero si se puede arreglar el presente, y organizar el futuro aunque no sabemos como será, y aunque cometamos errores. Que la perfección no existe, pero sí la honestidad.
Cuando hay una depresión, todo se pone patas arriba, y para poner las cosas en su sitio, primero pedir ayuda, y no a los salvadores, que no existen. Nadie es salvador, ni siquiera el Maestro solo, que nos dice: tus pecados serán perdonados, levántate y anda. Si no os volvéis como los niños, no entrareis en mi reino.
El Maestro como es Dios, está dentro de nosotros. Que los hombres lo mataron porque no le convenía a sus negocios ¡Y suena a presente! Aunque ahora, se vayan a matar fieras a la selva. Duele el alma, y esto hay que arreglarlo.
Una depresión no te mata, te hace pensar en el verso de una mujer que la padeció ¡Que muero porque no muero!
Teresa se refugió en el amor hasta alcanzar el éxtasis que los místicos alcanzan.
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