jueves, 30 de junio de 2016

EN EL ERROR

Cuando el inteligente entra en la corrupción, si no es capaz de salir, lleva una pena en el alma que le hace sentir tan mal que cambia de carácter en el intento de disimular y encubrir.
Si el simple entra en la corrupción, se cree inteligente por ser portador de secretos para no ser descubierto de las mentiras que le hacen ser espía, viviendo en una película fantástica, que al fin le hace creerse más inteligente, pero terminará enfrentándose a la realidad de su ser.
Uno y otro vive en el error de la mentira que cierra el camino a la felicidad.
En la corrupción surge el odio, se envenena la sangre, y el entorno se contagia por empatía cuando no se tiene la suficiente entereza y fuerza de voluntad para enfrentarse al estercolero del del que se nutre su éxito.
Para que un producto tenga éxito, poco importa su calidad. Para eso está la publicidad que aburre, atonta y engancha hasta hacernos creer la necesidad que antes no habíamos sentido. Lo más claro es lo que menos vemos.
El maltratado es el último en enterarse que lo es. El maltratador se vende como víctima, y hasta puede que lo sea. Tiene un problema que no sabe solucionar. Busca una solución imposible, convencer de que el problema es del otro. Alimenta esa obsesión como si fuera un arte, en el intento constante de que los demás colaboren en su macabra obsesión.
Lo triste es que a nivel colectivo, vivimos un maltrato parecido.
Lo vemos con la política, las septas, la medicina, que todo gira en torno al negocio de sus dirigentes, que consiguen hacernos dependientes de ese negocio.
Nos hacen sentir que las campañas políticas son más importantes que hacer el trabajo por el que le pagamos, que es hacer política. Lo mismo ocurre con los líderes de septas, que sus dioses siempre piden sacrificios a cambio de pecados. Por eso necesitan dinero para pagar como si su dios tubiera un banco.
La medicina nació para la salud, pero se metió el negocio por el medio, y éste necesita enfermedades para que lo sostenga.
Alguien dijo: para ser feliz  solo hace falta tener comida y bebida. Alguien dice: para ser feliz hay que tener paz en el corazón y tranquilo el espíritu. Y yo digo, si todos tuviéramos momida y bebida, paz en el corazón y tranquilo el espíritu, podríamos ser felices sin publicidad para vendernos y tener éxito.
Al creernos importantes, nos hacemos torpes, y al creer que engañamos a los demás, el engaño nos viene de revote.

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