miércoles, 26 de julio de 2017

COMO EN WATERLOO

Hay en la sombra gemidos misteriosos que oye el abismo.
La batalla de Wateloo, nadie la ganó, porque fue una tormenta la encargada de cambiar el destino de Europa, según cuenta Victor Hugo en  "Los Miserables".
En la página 303, del primer tomo. La palabra de Cambronne produce el efecto de una fractura. Es la fractura del pecho por el desdén; es el desbordamiento de la agonía que estalla. ¿Quien venció? ¿Fue Wellington? No. Sin Blücher estaba perdido.
¿Fue Blücher? No. Si Welington no hubiera empezado, Blücher no habría podido terminar.
Allí están todos los reyes de Europa, los generales felices, los Júpiter tonantes, tiene cien mil soldados victoriosos, y tras ellos un millón, sus cañones con las mechas encendidas, están a punto, tienen bajo sus talones a la guardia imperial y al gran ejército, acaban de aplastar a Napoleón, y no queda más que Cambronne; no queda para protestar más que aquel gusano.
Protestará. Entonces busca una palabra como se busca una espada. Le brota espuma, y esta espuma, es la palabra.
Más adelante dice el escritor. Existe una escuela liberal muy respetable, que no odia Waterloo. Nosotros no pertenecemos a ella. Para nosotros, Waterloo no es más que la fecha estupefacta de la libertad. Que  tal águila haya salido de tal huevo, esto es ciertamente lo inesperado.

Hoy como en el siglo XIX, la sangre humea en los cementerios demasiado llenos. O peor, la Tierra está llena de cementerios. Y en España demasiado viejos son.
¿Cien años para la paz?. Al paso que vamos, no, sin la ayuda del cielo como en Waterloo.
Más de dos mil sin que la humanidad tenga un conocimiento claro de lo que ocurrió con el crucificado, al que rezamos y suplicamos. Por el que matamos y nos matan.
¿Qué tiene que pasar para que el sacrificio del cáliz inicie la transformación a un mundo de amor, por el que sufrió, y sigue sufriendo la humanidad, hasta la llegada de su despertar, a esa explosión espiritual, de la que habló Federico García Lorca?.
La educación sincera, no induce a obsesiones, a desigualdades, a hipocresías. A conservar las tradiciones perniciosas, que inducen a la violencia y a la indignidad contra otros seres.
El que trata de engañar, se engaña a sí mismo.
¡Sacar las penas del alma
que no dejan ser feliz..!
¡Ninguna vida es perfecta
por eso estamos aquí!.

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