Como toro amorcillado,
ahogándose en su propia sangre,
con el estoque cargado.
El corazón se le abre,
cabizbajo hacia las tablas.
Así el tendido ignorante
de su malestar se olvida,
que su propia suerte aplaude.
Así nos trata la vida.
Siendo incapaces de ver
que elegimos la condena
que nos hace padecer
un rosario de cadenas,
de sentir el proceder.
El pasar por esta tierra
no es otro que el de aprender.
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