Que un solo rayo pudiera ocasionar una catástrofe de ese calibre, difícil de imaginar, aun sabiendo que el peligro por la falta de prevención es inmenso.
El vacío que dejan las vidas que se van, en un país solidario, humilde y austero por naturaleza, pero tocado como todos por la avaricia de unos pocos, da muestras de que la política no se puede dejar en manos de los que se visten de negro para venir a nuestros entierros y deslumbrarnos con su asistencia para olvidarse que un sistema caduco no puede seguir existiendo.
¡Qué vergüenza da pensar que a mantazos y bardazos, se apagaban los incendios, y con cubos de agua de mano en mano! Solo con otra educación se prevenía cuanto se podía. Si la abundancia nos trae estas desgracias, es porque los gestores, que en definitiva los elegimos nosotros, son unos ineptos. Y no hay más que ver qué mundo tenemos, con tantos medios que la ciencia y el arte ponen a nuestro alcance.
El mundo está sangrando, y sin querer ver que su sangre puede ahogarnos, si seguimos por el camino que vamos, de hacer negocios para adorarlos.
Yo confío en Portugal humilde, austero y valiente, al que yo quiero igual que a España y al mundo entero, que necesita mucho amor para poder perdonar, confiando en la esperanza de un espíritu inmortal, sin dolor y sin temor.
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